jueves, 21 de noviembre de 2013

Cementerio de Arlington


La última morada del presidente Kennedy. Una llama eterna recuerda al hombre cuyo asesinato hace ahora cincuenta años marcó a toda una generación de ciudadanos de todo el mundo. Cerca de allí, su hermano, el senador Robert Kennedy, sólo perceptible por una sencilla cruz. Y dominando todo el entorno, miles de lápidas blancas sobre el verde césped e interminables filas de cruces conmemorativas de los caídos en las guerras. Es Arlington, el cementerio militar más famoso del mundo que ocupa unas 250 hectáreas y alberga los restos de más de 300.000 personas, la mayoría veteranos de las fuerzas armadas, pero también están enterrados aquí los héroes nacionales de los Estados Unidos.

Una visita que no se olvida. Porque no podemos dejar de sobrecogernos cuando se visita por primera vez. Testimonios que recuerdan a miles de personas muertas en todas las contiendas en las que han participado los Estados Unidos. También los que lucharon antes de la guerra de Secesión fueron trasladados aquí. Desde la Guerra de la Independencia hasta Irak.

Arlington está situado en las afueras de Washington pero en realidad pertenece al Estado de Virginia. Incluso se puede ir caminando desde el Lincoln Memorial, situado en el National Mall de la capital federal. Sólo hay que atravesar un puente sobre el río Potomac y ya estamos en Virginia. También se puede llegar en metro desde el distrito federal siguiendo la línea azul. La visita comienza en un centro de recepción, donde se puede recoger un mapa. El recorrido se puede realizar en autobús con las visitas guiadas. Pero si optamos por caminar, como fue nuestro caso, existe un itinerario bien indicado con frecuentes señales. Siempre en ascenso, caminaremos entre árboles floridos, prados verdes y cruces blancas. Pasear entre lápidas que nos van a contar la historia de los Estados Unidos. Y subiendo por estas suaves colinas, no es extraño encontramos con un entierro militar. Contagia el silencio y respeto con que los norteamericanos recuerdan a sus caídos. Pronto llegamos a la tumba más visitada, donde yace John F. Kennedy junto a su esposa Jacqueline y dos de sus hijos que murieron en la infancia. Y detrás, la mansión Custis-Lee, de estilo griego clásico. Pero la parte central de esta necrópolis la ocupa la Tomb of the Unknowns, donde centinelas custodian las 24 horas esta tumba de los Desconocidos y realizan la ceremonia del cambio de guardia en un vistoso ritual en el que rompen con sus pasos el silencio.

Detrás un anfiteatro que se utiliza los días en que los veteranos rinden homenaje a sus compañeros caídos en el frente. Otros memoriales recuerdan a los que murieron el 11 de septiembre de 2001 muy cerca de aquí o el accidente del transbordador espacial Challenger. Desde las alturas de estas colinas podemos ver los tejados de Washington con el obelisco en el centro y hacia la derecha, el enorme edificio del Pentágono. Más arriba pudimos localizar el mausoleo dedicado a los marineros norteamericanos caídos en la Guerra de Cuba, con los restos del acorazado Maine, cuyo hundimiento, atribuido sin demasiado fundamento a España, desencadenó el conflicto de 1898 que tendría consecuencias fatales para nuestro país puesto que se sitúa en el origen de las crisis militares del siglo XX. Una historia tan cercana que todavía nos conmueve ver el mástil, la campana y anclas del acorazado rodeados de lápidas con los nombres de todos los caídos en el lugar más elevado de este camposanto.





















































































1 comentario:

  1. Muy oportuno y lo complemento con este artículo publicado hoy en Mediodía por Casiano López Pacheco. http://mediodia.org/2013/11/21/aniversarios-2/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+mediodia+%28Revista+cultural+Mediod%C3%ADa%

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