domingo, 1 de septiembre de 2013

Preikestolen


Una roca sobre el Fiordo de la Luz (Preikestolen, Noruega).

Catalogado por muchos como el mirador más espectacular del mundo, el Preikestolen es una formación rocosa que forma una plataforma natural de paredes verticales sobre el fiordo Lyse ofreciendo una panorámica que parece de cuento. Es la piedra del Púlpito con una caída de más de 600 metros que te deja sin aliento. La paliza que te has dado para llegar allí dejará de ser un problema. Las vistas y la adrenalina al sentirse al borde del acantilado hace que se olviden todas las penalidades tras una dura ascensión de casi tres horas hasta este lugar ciertamente espectacular. Entre la meseta que forma esta piedra gigantesca que forma casi un cuadrado perfecto de 25 metros de lado y la montaña hay una grieta que amenaza con desprenderse. El saliente se mide cada año y no presenta variaciones. Pero, desde el punto de vista geológico, algún día cederá y caerá al fiordo. Una leyenda local dice que el día en que siete hermanas se casen con siete hermanos de la región, la roca se separará inexorablemente de la montaña para hundirse en el fiordo. Pero antes de que ello ocurra, y aunque parezca que vaya a resquebrajarse en cualquier momento, hay que saltar la grieta para disfrutar de esta maravilla natural.
El Púlpito está situado en Ryfylke, en la región noruega de Rogaland. En nuestro viaje, habíamos previsto pasar la noche previa en el albergue de la ciudad de Stavanger para continuar a la mañana siguiente hacia el sur por la carretera E- 39, que atraviesa toda la zona de los fiordos, y desviarnos hacia el este por la 13 hasta llegar a Lauvik, donde hay que tomar un ferry que lleva a la otra orilla del fiordo, hasta Oanes, y desde allí otra carretera nos conduce hasta Preikestolhytta, utilizado por los senderistas como base para iniciar el ascenso.

                                                           



        Los primeros metros dejan claro que se trata de algo más que un paseo. Incluso a lo largo del sendero encontramos a militares con mochilas haciendo marchas. Unas flechas rojas, a veces la letra T, nos llevan por rampas fuertes de piedras sueltas sin descanso. En ocasiones hay que caminar, incluso trepar, por rocas grandes como cubos, donde tendremos dificultades para poner la pierna siguiente. Pasaremos por cortados sin carteles que avisen del peligro. El infierno en Noruega. Sin embargo, más pronto que tarde se supera este tramo y nos encontraremos inmersos en un paisaje espectacular a través de senderos de montaña y lagos de origen glaciar. Tras un breve descanso, el camino se vuelve cada vez más escarpado para llevarnos directamente al Preikestolen.























           Dominando el horizonte, el Lysefjord, y a nuestros pies un abismo descomunal, donde la mirada se desploma hacia el vacío y los barcos parecen diminutos. No encontramos, sin embargo, nada de lo que todo el mundo espera cuando se habla de fiordo: silencio, tranquilidad. En medio de un peligroso viento     frío, impresiona ver a mucha gente jugándose la vida con las piernas colgando o medio cuerpo en el vacío,      haciendo equilibrios imposibles, para hacerse fotos en el precipicio. Es para nota. Uno no puede dejar de pensar en lo que ha podido ocurrir en esta plataforma sin vigilancia, barandillas ni ningún tipo de protección. Pero hay que continuar ascendiendo un poco más porque no se entiende el lugar si no tenemos una panorámica más general. No te puedes conformar con haber llegado hasta esta piedra, hay que sacar fuerzas para continuar, ahora trepando por las grietas de las rocas, porque el sendero se ha acabado, buscando una perspectiva de la plataforma y de la caída en todo su esplendor. Y ciertamente, una vez arriba, no sin algunas dificultades, la vista es aún más impresionante. Ahora se disfruta del paisaje y de la soledad. Un espectáculo natural único.

































       La bajada por estas piedras resbaladizas, con barro negro, puede ser más peligrosa aún porque si te despistas puedes acabar en el fiordo. Además el pronóstico del tiempo anunciaba fuertes lluvias durante todo el día, menos mal que no estuvieron muy atinados y que afortunadamente se retrasarían hasta bien entrada la tarde, cuando estábamos ya en el campamento base. Estas lluvias nos acompañarían posteriormente durante las más de seis horas que necesitamos para cubrir la distancia que nos separaba de la ciudad de Bergen, donde nos alojábamos, a través de las carreteras y los mares noruegos, porque tuvimos que tomar un total de cuatro barcos para superar otros tantos fiordos. Pero tendríamos luz natural durante todo el recorrido, porque en esta época del año, la mejor sin duda para viajar a este lugar mágico, en esta zona del planeta no se conoce la oscuridad. .  








2 comentarios:

  1. Empiezas fuerte y bien. El nombre acertadísimo y expresión muy ubriqueña, no lo puedes remediar el terruño es el terruño. Me lo anoto en favoritos y espero esas crónicas y fotos de nuevas tournée.

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