lunes, 7 de diciembre de 2015

Puente de los Espías (Potsdam-Berlín)



Una línea en el suelo todavía recuerda la división del mundo en dos bloques irreconciliables. Durante decenios la frontera entre Oriente y Occidente pasaba por el centro de un puente. Uno de los escasos puntos en que se encontraban frente a frente comunismo y capitalismo durante la larga guerra fría en la ciudad dividida de Berlín. Un abismo separaba cada orilla. Un verdadero telón de acero. Incluso todavía se pueden apreciar las diferentes tonalidades del color verde de esta construcción de hierro, así se diferenciaba cada sector y dónde estaba exactamente el límite. El puente de Glienicke, conocido como de los Espías, sigue inspirando numerosas historias y ha vuelto a primer plano de la actualidad con el estreno de la última película de Spielberg.
Este puente cruza el río Havel y conecta el distrito de Wannsec, en Berlín, con Postdam, capital de Brandenburgo. Se llama así porque está junto al palacio de Glienicke, durante el siglo XIX  residencia de verano del príncipe  Carlos de Prusia.
 Pero es conocido por todos como el Puente de los Espías porque soviéticos y americanos se citaban aquí para intercambiar  agentes secretos y disidentes detenidos. Tras arduas negociaciones, esta pequeña vía ha sido testigo hasta 1986 de unas escenas consistentes en que en un momento señalada, al unísono, dos hombres iniciaban un lento camino hacia la línea situada en el centro. Se cruzaban y se miraban pero las instrucciones eran de no detenerse ni dirigirse la palabra. A sólo unos metros estaba la ansiada libertad.  
Cerrado a los alemanes occidentales en 1952 y en 1961 a los orientales, se abrió definitivamente para todos en noviembre de 1989, un día después de  la caída del muro de Berlín, simbolizando como en pocos lugares la reconciliación de este pueblo.   

Sin embargo, todavía hoy al situarnos en el centro de este emblemático enclave y dirigir nuestras miradas a un lado y otro del puente no podemos evitar imaginar las siluetas que, en medio de la espesa niebla y en absoluto silencio, se cruzaban en este mismo lugar y aún nos llegan los ecos y las sombras de las barreras, alambradas y fusiles fronterizos.

















domingo, 22 de noviembre de 2015

Esclarecidas del Campo de Gibraltar

  

El conjunto de sierras que rodea la fachada litoral del Campo de Gibraltar determina el clima de esta zona porque actúa a modo de muralla que hace que los vientos húmedos dominantes descarguen sobre esta cadena montañosa. Ello da lugar a un microclima que permite que, sólo a  unos kilómetros de Algeciras, nos encontramos con los bosques de nieblas y las gargantas más bellas del Parque Natural de los Alcornocales. 
Las elevaciones conocidas como las Esclarecidas dominan algunas de las vertientes de este entorno privilegiado. Se puede acceder por varios lugares para disfrutar de limpias y espectaculares panorámicas de las profundidades de estas gargantas, la bahía de Algeciras y el Estrecho. Incluso los días de nubes bajas, como fue nuestro caso, el entorno no pierde atractivo, sino que en su estado natural nos permite respirar y sentir la naturaleza en estado puro.  
Por otra parte, la naturaleza típica de estos canutos es la de alcornocal con helechos y bosques de galerías. La vegetación es alta y espesa. 
La salida conjunta de los clubes senderistas Camino y Jara de Algeciras y los 3 Caminos de Ubrique nos llevó hasta las Esclarecidas Altas con subida a través de la garganta de Fuensanta y bajada por el río de la Miel. Para muchos de nosotros todo lo que puede depararnos estos montes viene asociado a la figura del rutero Paco Cabrera. Su identificación con el paisaje resulta inevitable para los que hemos conocido este entorno de su mano. En un medio en el que se mueve como nadie, practica de alguna manera lo que podemos denominar como “senderismo de autor”, porque él mismo ha abierto veredas, ha recuperado otras centenarias que se estaban perdiendo, y para ello ha colocado hito y señalizado rutas, ha dado nombre a fuentes y manantiales y a numerosos lugares emblemáticos. Incluso ha conservado la memoria de los antiguos habitantes de la zona. Una experiencia creativa porque siempre parece que estamos descubriendo un entorno, en muchos aspectos aislado, que no para de depararnos sorpresas.
La salida de nuestra caminata fue en la barriada algecireña de el Cobre. Tras aproximarnos al campo de tiro, hoy en desuso, y detenernos en el llano, o huerto, de los Mellizos, se atraviesa el  arroyo Matapuercos, en esta ocasión sin demasiadas dificultades porque no venía cargado de agua. A partir de ahí se toma un tramo de restos empedrados de la Trocha, antiguo camino que unía Algeciras con el oeste de la provincia gaditana evitando la costa. Una zona antaño muy transitada y cuyo testimonio principal es el ventorrillo de la Trocha, aunque hoy  en ruina, todavía visible. Se sigue por este un carril en dirección norte para desviarse a la izquierda buscando los restos del antiguo balneario de Fuensanta, Se trata de un enclave que conoció su esplendor en el siglo XIX y que conserva algunas estructuras de lo que fue un complejo de relativa importancia. Un poco más abajo se encuentra la fuente de aguas sulfurosas. Tras superar de nuevo el arroyo, penetramos en una zona muy frondosa y que, aunque perfectamente marcada, hay que tener mucho ojo para no perderse, por lo que hay que caminar muy atentos. Estos caminos nos llevan hasta las Esclarecidas Medias. Nos encontremos en el vértice entre la garganta que hemos subido  y el río de la Miel. Un cortafuego puede servir para orientarnos y continuar otra vez en dirección norte por estas cretas. Nos espera un nuevo y exigente ascenso hasta la cumbre de las Esclarecidas Altas, que en su cota máxima alcanza los 600 metros. La visibilidad no era buena y nuestro horizonte por tanto limitado. Pero dominamos la cabecera del río de la Miel que parece un manto de vegetación a nuestros pies. 
A partir de ahí, y tras reponer fuerzas en medio de un bosque de alcornoques, se inicia una bajada hacía el río de la Miel. Detrás de nosotros vamos dejando el carril de las Corzas, al que no hemos llegado, y a un lado el sendero de los Prisioneros. Todavía no vemos el curso fluvial, pero lo escuchamos porque bajamos por su vertiente izquierda. Hasta que nuestro guía decide abandonar este vereda principal para coger otra que pocos conocen y que desemboca directamente en la rivera. Este tramo final de la caminata resulta sorprendente. Nos esperaba una sucesión de saltos de agua en medio de una vegetación que nos ofrece toda las gama de verdes imaginables propios de estos bosques de galerías. Un lugar casi de cuento. En sus verdores y humedades, sin duda uno de los rincones más bellos del Parque Natural. 

Antes de regresar al punto de partida, tras esta ruta circular, todavía nos quedaba recorrer los restos del molino del Águila y atravesar el histórico puente de la Miel.